Historia Cementerio Santa Inés

Cementerio Santa Inés      Los cementerios son, en apariencia, espacios silenciosos y relegados al olvido, totalmente ausentes de lo cotidiano. La paradoja llega con la muerte. Es en ese momento en que estos espacios “cobran vida”, por una circunstancia excepcional desgraciada e inevitable la muerte de un familiar, un amigo o un personaje público, guía a los vivos a este lugar.

      El pasado se concentra en ellos simbolizando en miles de sepulturas de quienes partieron al más allá. Se vuelven parte de nuestro presente cuando acompañamos al ser querido a su última morada. Y será cobijo inevitable de los restos sin vida de muchas personas.

      La muerte, un acontecimiento tan frecuente y cierto, está envuelta de misterio. La incertidumbre sobre ese final de la vida es el que ha levantado, preservado y entregado sentido a los cementerios.

      En Viña del Mar, la muerte y la vida esta representadas también en sus cementerios. El más grande de las necrópolis de la ciudad jardín, es el Cementerio de Santa Inés. No es el primero de la urbe pero la historia dice que pudo serlo.

      A mediados del siglo XIX, el debate por la secularización del Estado encendió los ánimos de conservadores, liberales y radicales; de católicos, protestantes, masones y agnósticos; de regalistas y ultramontanos; en fin de toda la sociedad, especialmente de una elite, que disputo cada centímetro del Estado, reclamando en el los derechos de la Iglesia Católica o redefiniendo su carácter público. En fragor del debate, algunos incluso llegaron a declararse enemigos personales de dios mientras eran excomulgados por sus detractores. Otros, más sensatos y cuidadosos de sus palabras, pero no por ello con menos pasión, se inclinaron por el dialogo. Fue el caso de Jose Francisco Vergara, quienes se inclinaban por un cambio hacia un nuevo sentido de Estado.

      Entre las múltiples actuaciones públicas de Vergara, dos de ellas son de trascendental importancia para la historia de la necrópolis y la muerte en Viña del Mar. La primera, fue su defensa al proyecto de cementerios laicos, que hiciera como senador de la república en 1885. La segunda, definición de lo público como laico, hablando precisamente de una de las primeras donaciones que comprometió a la naciente población de Viña del Mar en 1874 un cementerio laico.

      Resumir la mentalidad de Jose Francisco Vergara da cuenta más bien de una aspiración, que un logro. Pasaron muchos años antes de que el estado y la iglesia se separaran. Y el cementerio laico prometido en primer documento público sobre viña del mar, nunca se concretó. Pero su idea, no desapareció.

      La sociedad viñamarina, estimulada por la acción del principal impulsor de la ciudad, y a quien se le reconoce como fundador, también se comprometió con sus ideales. Jose francisco Vergara exhalo su último aliento en 1889 pero sus ideas perduraron. Su compromiso con una sociedad laica, expuesto en sus cartas y discursos públicos, lo unió a decenas de personalidades que con posterioridad a su muerte, colaboraron en crear una nueva sociedad.

      Pero no tuvo un resultado inmediato. Durante los primeros años de funcionamiento la municipalidad el asunto referido al cementerio se transformó en uno de los primeros temas municipales y en uno de los debates más intensos. Sus diferentes posiciones, uno por crear el cementerio laico, y otros, impulsados por el Gobernador Eclesiástico de Valparaíso, Manuel Casanova, no les llevaron sin embargo a la división, ni exacerbaron sus pasiones. Pusieron por delante la necesidad de la comunidad y resolvieron apoyar el cementerio católico de caleta abarca. Financiar otro reciento era impracticable en la circunstancias del municipio de esos años.

      Por décadas, el debate pareció superado, pero fueron los dramáticos acontecimientos del 16 de agosto de 1906 los que ayudaron a la creación del postergado cementerio público. El terremoto que sacudió a Valparaíso y Viña del Mar. No solo destruyo edificios y casa, también se llevó la vida de más de un centenar de personas en la ciudad.

      Uno de los protagonistas de ese episodio fue el primer alcalde la comuna, Don Juan Magalhaes y aunque fue el otro hombre, el Regidor Primitivo Pacheco, quien promovió la idea de un nuevo Cementerio, Magalhaes, como máxima autoridad, se hizo cargo de la demanda, pero administrar las consecuencias del catolicismo, postergo la opción. No olvido, sin embargo, este deseo. Su gestión entre 1906 y 1909 fue clave para reflotar el viejo anhelo de Vergara.

      El cementerio Católico, que cumplió un papel de recinto público de la comuna tenia suelos benditos y no venditos para sus moradores. Pero por sobre el problema de fe, el reciento comenzaba a sufrir estragos por su capacidad y por las consecuencias del terremoto. Su reducido espacio se repleto rápidamente. Y el terremoto derrumbo algunos de sus muros por donde se colaban los perros y arrastraban los cuerpos.

      La Sociedad de comienzo del siglo XX tenía un enemigo que estaba por encima de las divisiones entre laicos y católicos. Las epidemias y las enfermedades que causaban la muerte, unieron a la sociedad con el fin de higienizar la ciudad. Ese proyecto partió con un cementerio.

      En diciembre de 1908, la sociedad “La Población Vergara” creada por Salvador Vergara, Hijo del Fundador de la ciudad, y administrada por ese entonces por Don Manuel Pardo Correa, entrego a la ciudad a cambio de beneficios para explotar un línea de tranvía, dos hectáreas de terreno para la creación de un cementerio en la parte alta de la población Vergara. Las autoridades, encabezadas por Juan Magalhaes, acordaron la importancia que les obligaba al cierre este espacio. Nació así –en el papel al menos- el nuevo cementerio de la comuna un cementerio aun sin denominación.

Cementerio Santa Inés      Entre los años 1908 y 1912, en distintos momentos diferentes gestiones comenzaron a dar forma al cementerio de la parte alta de Viña del Mar. Reglamentos, índices de valores de sepulturas, la construcción de nichos, organización de la administración del recinto, donaciones de carros mortuorios tirados por caballos, se agregaron para que en 1916, un 28 de febrero, se abriera a la comunidad el servicio del cementerio N° 4 de Valparaíso, que más tarde, adoptaría el nombre de la población que está a su costado, y hoy en día, a su alrededor: Santa Inés.

      La paradoja es que siendo un cementerio que no hacia discriminación de fe, su nombre inspira lo contrario. Pero más importante aún es que ser un cementerio fiscal y secular a la vez, una década antes de que el estado y la iglesia se separaran, da cuenta no tanto de un ideal, sino de un nuevo orden de sociedad. Esa es la primera razón por la que el cementerio de Santa Inés tiene tanto significado para Viña del Mar, y en ese nuevo estado de las cosas, se une al ideal propuesto por Jose Francisco Vergara.

      La sociedad laica y el ideal higiénico, crearon un cementerio para la nueva sociedad viñamarina. Pero su suelo no fue proclamado como un triunfo de una visión de la sociedad por sobre otra. La mayor distinción del cementerio, fue su vínculo con una nueva generación de viña marinos.

      El cementerio N°4 de Valparaíso, fue relegado socialmente en sus inicios. La tradición y el status, llevo a muchos a escoger los cementerios del vecino puerto como última morada. En los recintos de Valparaíso estaban los familiares, y las prestigiosas personalidades. En la década de 1910, en Viña del Mar era aún para muchos un anexo de Valparaíso, su 24ta sub delegación. Pasarían dos décadas antes que fuera escogido por la sociedad local como espacio donde conservar su memoria, simbolizada en una sepultura.

      Un hito fundamental para viña del mar cambio ese comportamiento. La creación de la Ciudad Balneario. Es curioso, que un elemento que lleva a pensar en disfrutar al máximo la vida, haya ligado a las personas con la muerte en la misma ciudad. Pero es entendible cuando desentrañamos sus motivos.

      Entre los últimos años de 1920 y las décadas de 1930 y 1940, la ciudad de Viña del Mar edifico gran parte de sus infraestructuras urbana. Por esos años nacieron el Casino, dos teatros – el municipal y el desaparecido coliseo popular-, el palacio de los presidentes de cerro castillo, el estadio el tranque –hoy Sausalito-, los hoteles O´Higgins y Miramar, los centros de baños populares para la población obrera y los balnearios recreo, Miramar y las salinas todos esos espacios tuvieron elementos y personas en común.

      Los artífices de la nueva ciudad eran socios del Club De Viña del Mar. Eran hombres de negocios, empresarios salitreros, comerciantes locales y banqueros. Pero eran también los representantes políticos de la ciudad. Manuel Ossa, Gastón Hamel, Eduardo Grove o Gustavo Fricke, entre otros, establecieron relaciones de amistad, de política y de negocios. Esta nueva elite viñamarina administro con ingenio el municipio local durante la mayor parte del siglo XX. Y cuando levantaron la ciudad balneario, participaron como inversionistas asumiendo los riesgos que este proyecto podría traer. A ellos se le unió un destacado grupo de constructores y arquitectos como Arnaldo Braison, Renato Schiavon, Alfredo Azancot, Aquiles Landoff Felio e Ignacio Mas, Manuel Rojas Garcia, por nombrar algunos.

      Estos hombres no solo coincidieron en la vida. También lo hicieron en la muerte. Las sepulturas de Ossa y Hamel, los dos Alcaldes más importantes durante la construcción de la ciudad se ubican al ingreso de la antigua puerta del cementerio. Los arquitectos y constructores que proyectaron y erigieron los edificios de los años 30 son lo mismo que crearon la mayoría de las bóvedas familiares en el cementerio de Santa Inés. Toda la Sociedad que dio vida a la Ciudad Balneario, se perpetuo en la planta central de este Recinto.

      Cuando se visita el Cementerio de Santa Inés, se recorre más que sepulturas con atractivos estilos arquitectónicos. Son más que un listado de persona entre las que unos parecen más importantes que otros. Aquí se proyectó un ideal de Ciudad y de Sociedad. Hay entre sus sepulturas, un legado notable que responde a un orden de la cosas y que hoy esta tan arraigado en nuestra cultura, que se ha vuelto imperceptible. Los restos de los hombres y las mujeres que yacen ahí, son testimonios de una ciudad que ha cambiado una y otra vez, en su superficie como en sus dimensiones más profundas. El cementerio de Santa Inés es un Misterio a descifrar, mucho más claro que la propia muerte, de lo que sido historia de Viña del Mar.